Bajo las diez persecuciones romanas que van desde el año 64 hasta el año 313, se ve la Iglesia sumergida en situación de continuo martirio. En dos siglos y medio perecen más de 100.000 cristianos, víctimas de horrendos martirios.
El llamado institutum neronianum, emite contra los fieles de Cristo un edicto de proscripción, mandando que «los cristianos no existan»: «cristiani non sint».
En efecto, negándose los cristianos a dar culto al emperador y a otras manifestaciones de la religiosidad oficial romana, se hacen infractores habituales del derecho común, y vienen a incurrir en crimen de lesa majestad (lex majestatis)
Los mártires que en esa época dieron su vida por la propagación de la experiencia en Cristo Jesús, dejaron sus lugares de autoridad, sus posesiones y posiciones y aún su vida para ofrecer convencidos la respuesta de dar la vida por amor, tal como el Divino Maestro en el que se inspiraron la había ofrecido.
Sin demora y con toda decisión obró en consecuencia protegiendo a sus soldados convertidos y a otros cristianos perseguidos. Y soportó con ánimo y valor las consecuencias, dando ejemplo a otros o comulgando con los que, como él, adoptaban el camino de la Cruz.
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